viernes, 22 de julio de 2011

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Hay veces en la vida en las que te lanzas a perseguir un sueño. Dejas todo y comienzas una nueva vida lejos, solo, con el único objetivo de alcanzarlo. Vives el sueño e intentas que éste se haga realidad, intentas desesperadamente que lo sea. Lo rozas con las yemas de los dedos, llegas a creer que tu único destino es cumplir ese sueño. Todo el espacio de tu mente y de tu mundo es ocupado por él, llegas a obsesionarte con conseguirlo, estás decidido a alcanzarlo cueste lo que cueste.
Sigues luchando hasta que un día te das cuenta que la ilusión se está debilitando, que empieza a consumirse. Empiezas a comprender entonces que quizá esté llegando la hora, que el sueño no era tan fácil de alcanzar. Intentas convencerte de que aún puedes llegar a lograrlo, pero es inútil. 
Acabas sintiéndote perdido, desorientado, sin saber qué camino tomar. Por un momento piensas si ha merecido la pena, si has malgastado tu tiempo. Sin embargo entonces miras atrás y recuerdas los buenos momentos. Has perseguido y luchado por un sueño. Puede que no puedas mantenerlo pero también puede que tenga que ser así. Que no fuera para ti. Lo importante es que fuiste feliz mientras duró la ilusión y todo lo que aprendiste en el camino. No puedes mirar atrás, solo hacia delante. Hay un nuevo futuro, nuevas etapas, nuevas metas y nuevos sueños que cumplir. Estas preparado. Te estás preparando. No hay un ayer pero hay un mañana.

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